Cuando echo mano a la pluma,
al tintero y al cuaderno,
un verso tras otro suma
mis pasos hacia el infierno.
Porque yo, como poeta,
manejo mi protocolo
y escribo en la servilleta
cuando en el bar bebo solo
y entre el alcohol cavilando
un poema irreverente
ya terminado lo mando
para joder a la gente.
Dicen que soy horroroso,
por el piropo mil gracias,
es mi aliento aguardentoso
garrote de aristocracias.
No, yo no soy buen escritor
cuando mis escritos miro
me parecen en el tambor
del revolver tras un tiro.
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