sábado, 23 de enero de 2010



Una paloma se ha posado en mi jardín
muerto hacia la media de aquella noche
en que los árboles con hacha talaron
y sus flores hacia la tesitura del limbo.

Y los chorros de su fuente espectral
transparencias de licuos cristales
que se pierden al instante del cáliz
de plata en rejas de espacios de oro.

En las moreras, pajarillos de fuego
anidan huevos de piedra marmórea
para trazar bancos de roca viva
con la fuerza y poderío del diamante.

En nada más quedó mi Plaza muerta
entre sus claros rellenos de viento
con la magnitud del tobogán de colores
en el silencio de anhelos de infantes

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