sábado, 29 de octubre de 2011

LAS HISTORIAS QUE LE GUSTAN A VICENTE PÉREZ MARTÍNEZ

(En la foto aparecen de izquierda a derecha, mi prima Mercedes, Inmaculada de Luis Requena, mi madre y un pariente de mis primos los carpinteros; abajo mi prima Lolina con gafas de sol, mi hermano y mi primo Antoñín. Está tomada en la Alconaiza, año 1950, en los meses posteriores a la muerte de la madre de mis primos, mi tía Encarna, por eso van de luto)

Estimados Compadres:

El viernes fui al Mercado de Serón y por tratarse de final de mes, estaba flojillo. Ya sabemos que los dineros, en estos tiempos de ruina, están en manos de aquellos que se apuntaron a La Psoe a su debido tiempo.

Me dice Vicente que lo que más le gusta del Blog son las historias antiguas. Tú sabes, querido Vicente que a mi me gusta contar esas cosas pero ya me estoy cansando de hacerlo gratis. ¿Por qué no?, una subvención me vendría bien, incluso podría decorar las historias con guirnaldas de colores, dar más detalles sobre los medios de vida, los vestuarios, los amoríos y las esparteñas, sobre las telarañas entre las piedras y la cal…

Se trataría de una subvención, solo un pequeño aporte monetario (de unos cuarenta o cien mil Euros) tal que las dedicadas al turismo rural pero bajo el concepto de “historias rurales”. Luego lo podríamos justificar con unas facturas de boquerones, tabaco, escobas, etc; eso sí, debidamente timbradas con una póliza de cinco duros de la Junta de Andalucía.

Pero mientras los ingresos llegan a mis arcas, no me queda más remedio que seguir largando a pesar de la masa de aire, sin temperatura aparente que llena mis bolsillos.

Como ya he contado en algunas ocasiones, don Francisco el cura, mi queridísimo Juan Fernández Plaza (Juanito el Vacas) y yo, formábamos el trío la la la, de la Iglesia de Serón, alguna vez se nos unía a los coros Epifanio Tocina y más tarde, don Antonio Cañabate.

El Día de los Santos era muy importante para nosotros, a parte de la noche de las castañas en la Iglesia tocando las campanas, los actos del cementerio eran el momento culminante de la jornada.

Llegábamos al Campo Santo después de comer y empezábamos por el Cementerio de Arriba. La gente estaba esperando junto a los nichos de sus parientes difuntos y don Francisco iba echando los responsos. Juanito, porque era el más veterano, llevaba la talega donde se recogía el dinero, yo me encargaba de transportar el puchero con el agua bendita y una vela.

Sucedía que las personas que no podían estar presentes, encargaban sus responsos a aquella gran mujer que fue Encarna la Leona, madre de Luis; ella tenía una lista que iba nombrando y terminado cada responso, introducía su importe correspondiente en la talega que, hacia las diez de la noche cuando se terminaba, había alcanzado un tamaño y peso de cierta consideración.

El último año que estuve fue en 1968; recuerdo que aquel día diluvió y cuando se hizo de noche solo quedábamos en el cementerio el trío y Encarna recitando nombres. Nos refugiamos en la entrada del Cementerio de Abajo y desde allí se lanzaron miles de responsos al más allá.

Antiguamente era muy celebrada la Misa del día de los Difuntos, hoy creo que ya no existe en Serón. En mis tiempos se hacía el día 2 a las 10 de la mañana y recuerdo la voz de don Paco el Sacristán soltando misereres desde el coro al ritmo de un armonio, cuando en realidad tocaba el órgano, pero él había acostumbrado su voz a los altibajos del fuelle.

A finales del S. XIX, llegó a Serón una familia de Madrid para trabajar en casa de un señorito al que llamaban Amato. Esta familia eran los bisabuelos de Paco y Pilar Borja, tenían una hija, la que fue abuela de estas personas que se llamaba Pilar García Aguado. Por lo visto el padre compaginaba sus trabajos en las tierras de Amato con el cargo de sacristán en la Iglesia y, su acento castellano con su magnífica voz, le hicieron célebre en las misas de difuntos.

Aunque no venga al caso, diré que el tal Amato era aficionado al julepe y a la buena vida, terminando sus días en la más absoluta miseria.

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