jueves, 3 de noviembre de 2011

ENFERMEDADES


Recuerdo que de niño, cuando había que ponerme una inyección se tenían que juntar todas las mujeres del barrio para echarme el guante y llevarme a casa de Ricardo. Ese miedo me ha acompañado toda la vida, las jeringas y las agujas han sido para mi como las culebras.

En estos últimos meses, con casi cincuenta y cuatro primaveras, tengo que decir que el miedo a las inyecciones está superado. Ahora, sacarme sangre es como ir a tomar un café, es más, soy capaz de ponerme una inyección en la barriga con una mano, mientras con la otra me meto un supositorio del número quince, ¡quién me lo iba a decir!.

Mi vida transcurre, de momento, esperando la próxima cita del médico o de los sacasangres, pero no les tengo miedo y todo eso gracias a ellos que me han ayudado a perderlo con su comportamiento profesional.

Esta mañana me tocaba la visita al Neurocirujano en Almería y me ha atendido una doctora guapísima, amén de más lista que el hambre. El diagnóstico ha sido demoledor: - “tiene usted la raspa como de haberse tirado más veces al tren que a la maquinista” y eso que es usted de Serón, el pueblo que tiene en su cementerio la huesera mejor conservada de la provincia de Almería.-

¿Y cómo sabe usted eso? – le he preguntado sorprendido-.

-Lo se, en concreto guarda el esqueleto de un general que participó en la defensa de Puerto Rico que, si te asomas al depósito, es capaz de saludarte con un “buenos días”.

Así es la vida, - le he dicho- tanto hueso sano en el cementerio y los míos hechos una mierda.

¿Y de cartera cómo anda?, -Me ha preguntado la doctora-.

Peor que de los huesos.

Pues cuídese, esa enfermedad es una epidemia que está ocasionando estragos en España y el tratamiento está por llegar no se sabe cuándo…

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