jueves, 11 de febrero de 2010
El ébano de la mugre
se extiende en mis callejones
lamparones de candíles
de aceite, manteca y grasa
que en las fachadas dibujan
el rostro de los fantasmas
Se ven presos de temblores
destilan sonrisas blancas
con un dolor de cadenas
cosidas por hojalata
de labio a labio en su boca
algunos dientes le faltan
Un aire frío y misterioso
recorre mi antigua calle
ya no suenan los acordes
al fuego de las guitarras
ni braseros bajo el hule
ni ceniza a la mañana.
Gritos de amor y ternura
de niños, miradas francas
mis callejuelas vibrantes
que los sueños me arrebatan
donde yo tuve mi cama
bajo una luna de plata.
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