martes, 29 de mayo de 2012

Estimadísimos vecinos del Castillo de Don Enrique Nin de Cardona:

Son las 6,30 de la mañana, en este momento me estoy comiendo una sartén de migas hechas con harina de centeno. Ingredientes: centeno de molino, aceite, agua, una miajilla de sal y la rasera del brasero para moverlas. No están malas.

Hace unas dos horas ha venido a mi casa un fulano para decirme que la auditoría en la Mancomunidad de Juan Antonio Lorenzo está terminada, los resultados se harán públicos en el año 2050.

Nada más despedir a la visita, me he tomado una pastilla de nolotil con un poco de agua; la he notado demasiado gorda.

Mi amigo Pepe Membrive, un menero en Menorca.

Después, de golpe y porrazo me encontraba cerca del Pantano del Negratín. Ya había pasado Freila; bojas por todas partes sobre los cerros rojos; de vez en cuando almendros; más allá unos trigales sin amapolas, los pobres con ganas de vivir.

A lo lejos, donde parecía imposible, una alameda frondosa y detrás, la silueta de un caserón moruno.

He cruzado sigiloso bajo la sombra de los álamos hasta un patio como una plaza de toros: Rosales con rosas de dos cuartas. Diferentes conjunciones de jacintos y tulipanes entre kenias japónicas y macetas en semicírculo con geranios, hortensias y azaleas. Antes de llegar al muro de la casa unos 50 cm. de tierra plagada de violetas y sobre la fachada, jazmines y enredaderas.

De pronto ha salido una paya de unos 35 tacos, mas hermosa que todas las flores juntas, rubia como la manzanilla y acento inglés. Después de extrañarse de verme por allí y yo celebrarle su conjunto armónico, me ha invitado al té de las 5. Dice que es viuda de un taxista de Birmingan que se le quedó muerto en la cama una noche de excesos. Yo por si acaso me he venido a Tíjola, donde me encuentro comiendo migas.

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