
La verdad, jamás pensé que tras el vivir la nada,
en ese espacio vacío donde la muerte transita
desde muy pequeño supe de una vida ilimitada
de gozo o penalidades tras esta estancia finita.
Pero si un amanecer me sorprende dormido
cuando el sueño apague mis neuronas materiales
el cuerpo volverá a la tierra, de donde ha venido
y el alma vagará por los espacios siderales.
Las raíces de las hierbas del cementerio santo
serán mis compañeras de hospedaje eterno,
¡mi persona a este mundo se agarraba tanto
para luego quemarse en las brasas del infierno!.
Y aunque suplique piedad a los cipreses alados
arañando la humedad de la tierra hacia la aurora,
será mi tumba el barrote de los presos condenados
a la cadena perpetua en una celda acogedora.
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