miércoles, 30 de marzo de 2011
ELECCIONES MUNICIPALES, MANGASVERDES Y OTRAS HIERBAS.
Últimamente debido a mis achaques de viejo, no visito los bares; solo un café de vez en cuando a primera hora y descafeinado. La salud y la economía no dan para más.
Eso no quita que me de mis garbeos por el pueblo y hable con unos y con otros; el tema preferido de mis interlocutores es el de nuestra salida de la página del Camarógrafo y las próximas elecciones municipales.
Respecto al primero me asegura un amigo lo siguiente: Al Camarógrafo Digital lo han presionado para que os eche. El socialismo no está acostumbrado a voces críticas y esto se ha ido de las manos. Estorbabais y provocaron los sucesos de Mangasverdes y Comediante. El Camarógrafo no sabía cómo hacerlo y salir bien parado y lo dejó en manos de la sociedad de estos dos pájaros.
Mangasverdes se sintió fuerte y comenzó los ataques contra tu persona. Le acababan de publicar el copiaypega sobre los Marqueses de Urquijo en la revista el Cantillo y por unos días se sintió en puertas de solucionarse la papeleta monetaria. Pero no se dio cuenta de un detalle: en el pueblo está más calado que un paraguas de seis reales.
El Camarógrafo andaba a ciegas y nada sabía del medio humano utilizado para sus fines; seguramente hoy se estará haciendo algunas preguntas al respecto.
Yo solo le dije, que ni perdono ni olvido; que cada palo aguante su vela.
En cuanto a las elecciones, hasta hace pocos días pensaba que serían otro trámite, que las cosas se repetirían como viene sucediendo desde que Mariano el Túnez fue Alcalde, es decir, victoria socialista.
Pero me dicen que no, que la cosa no está clara, que el personal se ha revuelto y no traga, que posiblemente haya sorpresas.
Le pregunto a una persona bastante puesta en política local por la lista del PP, y me dice que muy buena, la mejor de las posibles. Una mezcla de juventud y experiencia, gente con ganas de trabajar por Serón, con ilusiones y otra forma de ver las cosas. Conozco a algunos componentes, aunque a los más jóvenes solo por referencia familiar y quiero felicitarlos por haber dado este paso de compromiso.
Yo seguiré palpando el ambiente e iré contando, pero os aseguro que la pelota está en el tejado y el que quiera jugar, deberá subir a por ella y llegar el primero.
domingo, 27 de marzo de 2011
Mi queridísima Ana, con este poema dedicado a Mangasverdes, complazco tu petición; espero que sea de tu agrado.
Se reía el historiador de gente antigua
camuflado en su plumaje de mal grajo
y su historia dulce Anita me averigua:
que se trata de carroña, un espantajo.
Solamente dos palabras, grajo herido
gran remedio para el mal de la altivez,
y hoy se arrastra por un foro fallecido
por las culpas de su boca como un pez.
Todo mierda su lengua de artillería
y en el zulo prende velas al diablo
por si acaso un hombre fuerte le daría
un saco paja en el pesebre de su establo.
Como un loco corro por mis callejones
ese espacio de cariño y de añoranza,
y los muertos claman desde los balcones
en su nombre unos poemas de venganza.
sábado, 26 de marzo de 2011
EPIFANIO NIETO LORENZO
Mi tío Epifanio, era el hermano mayor de mi padre; nació en el Molinillo sobre el año 1900 en una familia muy humilde, mi abuelo Bautista trabajaba en aquellas minas, de los tiempos que había que hacer el trayecto a pie para echar el jornal. Tanto mi abuelo como mi abuela eran analfabetos; mi padre aprendió de pequeño a leer y escribir, pero con mucha dificultad.
Como sabéis, todos los chiquillos que vivieron cerca de la Iglesia tenían inclinaciones acolitescas y mi tío no fue menos.
Sucedió que un cura que había en aquellas fechas en el pueblo, se dio cuenta que el zagal era listo y se tomó mucho interés en su formación, de manera que con quince o dieceseis años comenzó a buscarse la vida dando clases particulares.
No creo que pudiera ganar mucho, pero si lo suficiente para formar una familia con esposa y cuatro hijos.
Pero de pronto se volvió todo oscuro. En España se desencadenó una guerra y lo llamaron al frente.
Los primeros dos años recibieron algunas cartas, pero desde mediados de Agosto del 38 no volvieron a saber nada de él.
Terminada la Guerra Civil hicieron averiguaciones y llegaron a saber que el ejército republicano le había dado por desaparecido en el frente de Linares. Gentes de Serón confirmaron haber estado con él en esos días y argumentaban que había podido morir en un bombardeo y su cuerpo habría quedado irreconocible.
Mi abuela hablaba de él con mucha pena y mi padre con admiración. Recordaba haberlo visto noche tras noche leyendo a la luz de un candíl.
miércoles, 23 de marzo de 2011
ANTONIO BAILINA CANO.
Mirando esta foto me cuesta aceptar que Antonio Bailina no está entre nosotros.
Ahora que se aproximan las elecciones municipales se le echará de menos. Siempre estaba ahí, participando en las cosas del pueblo. En su juventud con el fútbol, después en el Ayuntamiento, con el Partido, pero sin negarle su amistad a nadie a la hora de la tertulia y el vaso de vino en el bar del Chavo. Era lo que en el pueblo decimos "un señor" de los pies a la cabeza. Parece que fue ayer cuando me encontraba a su madre por la calle y me llamaba primo, porque era parienta de la mía...
Hoy he visto a su hijo Jesús y me ha proporcionado la fotografía.
Aparece a la izquierda de espaldas, José María Aznar, a continuación Bailina, Javier Rupérez y Manuel Checa. (detrás de Rupérez un ojo, de los dos que continúo llevando en la actualidad)
Sirva de homenaje y a la memoria de este gran seronero que fue Antonio Bailina Cano.
lunes, 21 de marzo de 2011
Mi querídisima Ana:
Mangas verdes se perdió
con una nube de pájaros
despareció un domingo
con un clavo en el zapato,
de la herida de su planta
y gritos desencajados
solo nos queda el recuerdo
espectral de los fanáticos.
Cuando en vida espumarajos
por las grietas de su boca
en la tiniebla oprimida
por las mazmorras de barro
lodazal de los ascetas
e historias de “candelabro”.
Para traspasar los muros
cavó una zanja de estiércol,
su cuadra guardaba una
estrechez de miserables
que los vientos se llevaron
los detritus de sus labios
donde muere la palabra
de esqueletos inalámbricos.
Se nos marchó la locura
el odio, el resentimiento
Su maleta antisocial
contra curas, feligreses
en barbecho desolado
por el que pastan los bueyes.
Mi bien amada, mi Anita
se nos murió mangas verdes
la mañana en que tu canto
sonaba por los espacios
como un silbato de trenes
suplicio de los lunáticos.
viernes, 18 de marzo de 2011
DON CÁNDIDO SIMPLÍSIMO (o la utopía de un país llamado Votolandia). POR PEPE BERMÚDEZ
(Foto de Tíjola del año la pera)
A la memoria de José Ángel,
poeta y amigo que me animó
a ejercitar este mágico
mundo de las letras.
EL FABULADOR
Érase una vez un desmesurado y almidonado gato de rancio porte aristocrático y de oficio fabulista, el fantástico
protagonista de nuestro relato. Definíase a sí mismo como benévolo, mansurrón, caritativo, locuaz, libertino, de ideas más
extravagantes que anarquistas y, en privado, decía ser un poquito chapado a la antigua. También solía pasear con distinguida elegancia y resuelta dignidad, un esbelto y pulcro palmito, que a decir de las afiladas y viperinas lenguas de las más atrevidas gatas, aún estaba de muy buen ver a pesar de su madurez avanzada. Respondía nuestro inusitado cuentista al disparatado e ingenioso nombre de Don Cándido Simplísimo, que a decir verdad, era y es poco usual, por infrecuente, reiterativo y raro, tanto en el mundo de los gatos, como en otros mundos, como habrá podido usted adivinar, querido lector, con esa mente prodigiosa que el “Divino Hacedor” tuvo a bien de equiparlo para poder así enfrentarse mejor a este complejísimo relato.
Compartía el filantrópico minino su rutinaria vida lo más decorosamente posible con su venerada y amadísima esposa, Doña Felicísima Agrado, con la que se había trasladado, ¡ejem!, perdónenme ustedes el equívoco, quería más bien decir, que sus hijos les habían reubicado cuando empezaron a poblarse de canas sus cabezas, allá en donde viven los desahuciados, la residencia de la tercera edad “Los Bellos Olvidados”, de la calle la amargura, según se sube a la derecha y número 33.
Solía Don Cándido, con ese porte regio que le caracterizaba, y su cultura vasta, amenizar las largas tardes de estío de tan lujosa residencia, bien tocando el piano, o bien desgranando historias de otras épocas y de otros singulares reinos animales de allende los mares, que trasladaba con muchísima imaginación y mayor entusiasmo, a sus displicentes y abnegados tertulianos, los cuales, aparte de los achaques naturales que la vejez a todos ellos deparaba, aguantaban como mejor podían, y no sin algún reproche, el aluvión gramatical y la fácil elocuencia con que les entretenía tan distinguido e histriónico gato.
Recuerdo una vez, -empezó por decir, aquella tarde, Don Cándido-, que estaba yo con el Rey Don Matías “El
Descorchado”, que por cierto, vean ustedes mismos la invitación real que a mi querida esposa y a quien les habla nos mandó, para asistir a la boda de su hijo, el Infante “Embobado” con la gata trepa de los noticieros amañados. Y sacando un enorme cartapacio de uno de los bolsillos de su chaleco, pudo extraer una súbita y estentórea exclamación, un ¡oh! de admiración de su público, ya por entero a su causa entregado. ...¡Ejem!, ...prosigamos... cuando un marinero barbudo, que pertenecía a la embarcación de su majestad “El Truhán I”, nos contó la historia del ratón desorientado. ¿Os interesa, la cuento...?, inquirió expectante el locuaz gato. ¡Sí, sí, por favor...!, respondió la concurrencia complacida, pues tenían el televisor estropeado, y aparte de otra cosa mejor que hacer ni otros achaques que vigilar, le pidieron dar comienzo el relato.
“En un tiempo no muy lejano, cercano a nuestro reino, existió un bello país, paraíso de ratas, llamado Votolandia, donde imperaba una utopía. Y consistía dicha fantasía en que había, políticamente hablando, solamente dos bandos: los que nunca perdían, y los que nunca ganar podían; por lo tanto no existía ni el triunfo ni el fracaso, pues cada cual sabía, y desde su más tierna cuna, el feliz futuro que, para el mañana, el destino les había preparado. Lo cual, créanme queridos contertulios, era un alivio, para todos aunque crean ustedes lo contrario, pues más adelante comprobaran si estoy en lo cierto o he errado. Y esto ocurría con todo y en todo; con los oficios, las cofradías, hermandades, clases sociales, clanes y hasta con los jóvenes de la movida, porque cada uno tenía desde su más tierna infancia sus amigos asignados, sus grupos establecidos y su futuro garantizado. Todo estaba perfectamente organizado de forma que la preocupación por el sustento, la angustia por poseer una
buena hembra o un fornido macho, o cualquier otra inquietud o dislate mental que a cualquier gato apeteciera, en esta sociedad estaba más que superada y abastecida con creces. ¿Por qué? Porque cada familia formaba un pequeño gremio, una célula, una especie de fábrica embrionaria de oficios futuros y esencialmente necesarios para la supervivencia de la comunidad, como eran la de los maestros, médicos, fontaneros, electricistas... y un largo etcétera que pueden ustedes ir imaginando.
- ¿Quiere decir, que nadie podía elegir su oficio? ¿Que tenían que conformarse con aquella ocupación que les había tocado por su nacimiento? ¿Y si el interfecto prefería ser fontanero en vez de médico, o jardinero en vez de secretario, o vaya usted a saber?, - dijo un hermoso gato “zibetha” de color zanahoria, llamado Flavio Marginés -.
- Era esta una situación pactada desde la fundación de Votolandía, mi querido felino -replicó el hábil conferenciante dando continuación a su fábula -. Porque allá en los albores de la edad de la civilización, en la era de la manipulocracia, sus sesudos instauradores pensaron, en fatigosas sesiones disparatadas, que sería esto el cenit, culmen y final de una situación que, cualquier mente higiénica y, democráticamente sana, podría desear, estimular y beneficiar, entendiéndolo claro está y nunca mejor dicho, como un pequeño paraíso terrenal. Y consistía dicha anarquía en la simpleza de que todo el mundo vivía en plena libertad.
- ¿Qué es la libertad y en qué consiste eso?, porque yo siempre ando preso, o bien de enfermedades, deseos o apetencias varias que no consigo calmar, y que me tienen la mente siempre ocupada; por lo tanto es para mí pura demagogia eso de la libertad, - apuntó el espíritu de contradicción que era el intempestivo micho Morganés -.
- Pues consistía, mi entrometido amigo, en que nadie tenía una necesidad perentoria de producir, al menos para acumular dinero, pues sólo se laboraba para mantener los servicios de la comunidad. Pero, ¡escuchad!, ahora viene lo bueno: las familias eran lo más parecido a un matriarcado y, en el fondo, solamente una excusa de corte formal, pura apariencia que no tenía nada que ver con nuestro actual modelo de hogar, ni en lo jurídico, ni en lo social, pues para que no hubiera lazos afectivos, no se consideraba la figura ni la función del marido como tal, sino que las mujeres elegían a quien creían oportuno para aparearse, y después, ¡si te he visto no me acuerdo!
- ¡Si te he visto no me acuerdo! ¡Qué bien!, que diga... ¡qué barbaridad! Y, ¿dónde dice usted que está eso?, es por simple curiosidad, cuestión de ampliar conocimientos... geográficos,...se entiende... no vaya usted a pensar mal, ni se vaya a creer, Don Cándido, que tengo otro motivo, que en el fondo a mí me da igual... –exclamó súbitamente la gata Matilde sonrojándose al final un poco-.
- Dejad a Don Cándido que siga su cuento, y no interrumpáis más, que si no, tenemos para rato entretenimiento, -rezongó con buena rima el gato Marginés-.
- Muchas gracias, estimado gato, y doy continuación a mi relato con lúcida disertación en su honor, querido Marginés: de esta forma, que describimos, no existían los celos, -continuó narrando el inmenso cronista- ¡claro esta!, porque nadie podía sentirse engañado si no podía saber que niño era hijo de quién, si era de fulano, zutano, mengano o perengano... y, además, al tener varios hombres en común a una misma hembra y viceversa, era más caótica, si cabe, la situación. A todo esto os voy a comentar que cada mujer, además de formar con sus hijos una familia concreta, tenía establecida una función por su nacimiento. Por ejemplo: todos los hijos de la rata Margarita serían médicos, los de Fernanda, fontaneros, los de Silveria, sacerdotes y los de Pilar maestros, y así etcéteramente hasta donde podáis llegar…
- ¿Existe la palabra etcéteramente? ¡Qué dominio del lenguaje, cuanta capacidad! Admirada quedo y a sus pies me rindo, Don Cándido.
- Gracias Doña Paca, y si le entusiasma mi verso, en mi lecho le puedo disertar mil y una palabras todavía no inventadas, mientras jugamos al “teto”. Pero ahora déjeme que de un giro de tuerca al cuento. Prosigo pués: de éste modo todo el mundo en Votolandia tenía el trabajo asignado y por tanto no tenían más narices que ser felices. Nadie se sentía engañado porque todos sabían a qué atenerse. Habían nacido con el problema laboral resuelto y, por tanto, eliminada gran parte de la angustia que nos ocupa siempre a todos los gatos. ¡Ah!, olvidaba deciros que, consecuentemente tampoco existía el paro. Así que como podéis comprender, las que llevaban la voz cantante y de las que dependían los trabajos futuros, eran las mujeres y no los hombres que para entonces eran unos auténticos esclavos pues solo valían para trabajar y aparearse, y eso gracias a qué todavía no existía la inseminización artificial, porque cuando se invente estaremos de sobra todos los gatos, -farfulló lacónicamente-. ¿Parece que no ponéis muy buena cara?, -advirtió Don Cándido-.
- Hombre, la verdad,... eso de compartir las mujeres, y no saber quien es tu hijo... - dijo el pusilánime Agapito-.
- Calla ya “ennortao”, que tienes la misma inteligencia que pelos tiene el del atún calvo, -le contestó su esposa, la gata Matilde-.
- Ya está bien, dejemos la fiesta en paz y continuemos, que sólo estoy contando lo que allí pasaba, y como veo que el asunto sexual es bastante polémico, cambio el tercio y le doy un giro al cuento, -dijo enérgicamente y medio enfadado el ingenioso fabulador-. ¡Ejem!, en Votolandía, al contrario que nosotros, no tenían necesidad del consumismo, ni de disfrazarse para los carnavales, pues cada cuál se mostraba tal cual era sin necesidad de aparentar, ni de sacar fuera pasiones inconfesables, y mucho menos de cambiar una situación en lo político que para ellos era entonces, si no perfecta, si bastante envidiable. Por otra parte, lo que más había, y en abundancia, eran fiestas, valiendo cualquier pretexto para montar buenos saraos, hacer bailes, espectaculares romerías y jaranas de tono mayor.
- Don Cándido, -dijo la gata María, sin apenas levantar la voz- las ratas, ¿no tenían marido?, ¿de qué vivían?... ¿quién las alimentaba?... porque, ¿no trabajarían?... no me puedo imaginar a una gata trabajando, ¡que ordinariez!, ¡qué bajeza! Una gata dando tantos hijos al mundo y tener que ganarse además el sustento con sus manos…
- ¡Calla María! –respondió la felis Carmen- qué importancia tiene eso cuando podías catar a todos los ratones del pueblo, sin el engorro de un marido. Perdóneme el atrevimiento y que le reitere la pregunta anteriormente formulada y no contestada, ¿dónde dice usted, admirable cuentista, que está ese sitio, ese incomparable reino?
- ¡Ah, doña Carmen! no lo diré para poder preservar la integridad física de esos varones de ese país de Jauja, pues con usted campando a sus anchas, pocos ratones escaparían a sus lubricas apetencias y correrías... además la palabra catar es de una ordinariez supina, para esta ocasión es más apropiado decir solazarse o concubitar... y dejar la palabra catar para los buenos vinos, los mejores quesos y los más espléndidos jamones... ¡ejem!, prosigamos si gustan pues, -argumentó diplomáticamente el cuentista-.
...Sobre la cuestión del sustento femenino, te diré, que efectivamente, las mujeres no trabajaban, pues tenían la encomiable tarea de la procreación que es elemento principal e insustituible en la sociedad, y por eso los hombres estaban obligados a mantener con sus trabajos a varias casas de ratas, aunque no fuesen sus mujeres,... pues ya se sabe que el valor del hombre frente a la maravilla del alumbramiento es ínfima... además por eso dije antes, que somos unos esclavos, siempre encadenados al sexo, al vino e irremediablemente al trabajo.
- ¿Ínfima, ha dicho Usted? ¿Es que sólo se valora el hecho de parir? ¿Y la homosexualidad, la capacidad para elegir libremente el sexo que se quiera sin normas ni tabúes que lo empañen? - Dijo un gato escondido en un mullido sillón verde, con una voz aflautada, de nombre Fernando y reputado profesor de piano-.
- Ignora Usted, querido amigo, que nuestra carga genética es heredada, frente al cual nada podemos hacer. Y el dar a luz es además un valor del cual carecemos los gatos y sí lo disfrutan nuestras mininas, y créame usted, de lo cual me alegro mucho. Por lo tanto, lo que me tendrá que argumentar es si el homosexual nace o se hace; es decir, si en el fondo, sólo es cuestión de una aberración moral... o una equivocación caprichosa de la naturaleza. Y créame, no es cuestión baladí ésta... aunque reconozco que en asuntos de manfloriperios me encuentro bastante perdido... ahora bien si se refiere usted al tema de la manipulación a que eran sometidos los genes de nuestros gatos, pues efectivamente, esa era la razón principal, o la base si usted quiere de otro cuento, de un tal Aldous Huxley, un primate homínido que abogó por una forma de vida anterior a la nuestra en que también había distinción de distintas clases gatunas,... ¡Jesús cuanta interrupción! ¡Esto no hay gato que lo aguante ni cronista que mantenga vivo un relato! Más intentémoslo de nuevo y volvamos a lo interesante, a lo importante, a lo que nos da vidilla, a la política que es lo preocupante:
...los del partido del N.P.G. (los que Nunca Podían Gobernar), nunca estaban tristes y vivían siempre complacidos, satisfechos y contentos, pues aparte de no gobernar, que es algo de un engorro enorme y sacrificio exagerado, se podían dedicar tranquilamente al entretenimiento de la critica mordaz y al abucheo cotidiano de los sucesivos y distintos ediles y concejales del consistorio, ejercicio por lo demás bastante saludable y, por todos los psiquiatras de reconocido prestigio, recomendado. De hecho, en todas las tertulias matinales del pueblo siempre se solía criticar un poco a la corporación municipal, para que supieran que no estaban del populacho olvidados, que se les tenía en cuenta y se sintieran así menos solos, más aliviados y mejor comprendidos en sus excepcionales faenas de mandatarios. Tenían aquellos insolentes contestatarios, para tener encendida la llama de la polémica y discusión agria, un lugar estratégico y exclusivo: era en una vieja barandilla, pintada con franjas rojas y blancas, ubicada en el centro de la villa, en una calle donde el aíre más corría, frente a una ferretería y que desembocaba a la calle principal que atravesaba de parte a parte el pueblo. Allí era donde el personal se reunía para tan noble y arduo arte, que requería de los criticadores una capacidad de vigilancia estrecha, contumaz, insistente y persistente. Había, eso sí, algunos ratones más exaltados que otros, y ocupaban la barandilla más tiempo del necesario, como eran los ratones de la docencia, que se reunían con el encomiable propósito de hacer más feliz a Votolandia. Entre ellos estaban, como no, el ratón Juan Manuel y su amigo Salas, Ramón, Pepeluí y hasta un viejo guarda que le dio por vigilar ríos y beber vino con los de la enseñanza. Pero no eran los únicos, no había muchísimos más y la lista sería extensa y demasiado larga, por eso me callo más nombres pues haría de los asiduos a la baranda una guía más completa que la de Michelin o la Campsa. En fin, lo que sí me atraía poderosamente la atención era la del grupo de los inadapatados. Caso curioso este, pues ni estaban en el gobierno ni estaban en la oposición, y hacían más una labor de espionaje a favor, a veces de unos y a veces de otros. Y con ellos cundía el desconcierto pues no se sabía quien debía estar agradecidos con ellos, si los criticadores o los criticados. Pero como es natural, de ambos bandos eran repudiados. Más adelante volveremos sobre el asunto, pues entre ellos los había que se habían quedado atrapados en los primeros años de Votolandia y su horrenda guerra, y no habían evolucionado. Los había entre ellos, incluso delincuentes, que así desapercibidos pasaban sin que nadie les dijese nada e incluso pudieran darse cierta aureola de intelectualidad trasnochada.
- ¡Que maravilla de paraíso -dijo el gato Leocadio-.
- ¡Por favor, no interrumpa!, -rezongó Don Cándido- que estamos en la trama argumental que todo buen cuentista ha de abordar para no desvariar los cánones de una buena crítica literaria. Prosigamos...
...Una mañana el regidor del reino, el cricétino Don Comicio Tránsfugio, decidió en secreto dejar de ser alcalde, pues no se sentía feliz, y para ello pensó en pasarse de su partido el N.P.P. (los que Nunca Pueden Perder) al de los rivales del N.P.G., y es que le daba una envidia malsana ver a sus adversarios tranquilamente sentados al sol sin más compromiso que realizar, con su habitual desenfado, el mordaz vituperio consuetudinario. Don Comicio se sentía cansado de soportar tediosas reuniones con altos mandatarios y tener que comer gambas sin poder observar un buen régimen alimenticio. Le sacaba de sus casillas tener que asistir a actos en otros reinos con sus amigos chaqueteros, aunque él sabía que eran necesarios, entiendase: los actos y sus amigos. Pero, ¿qué diría el consejo de ancianos cuya misión era velar por el buen funcionamiento de la manipulocracía establecida, y no permitir que acaeciera tal desaguisado?, se preguntaba el bueno de Tránsfugio, cuyo mayor sueño era darle trabajo a la "sin hueso" sin responsabilidad ninguna, con bastante alegría, desenfreno, desenfado e ironía como hacían sus adversarios. Vivir relajado y feliz, simplemente trabajando, ese era su sueño oculta y nunca confesado. Y en fin, en éste mar de dudas se encontraba nuestro buen corregidor, cuando se presentó en el pueblo un ratoncito llamado Vesanio Carpanta, procedente del psiquiátrico de un pueblo muy distante de Votolandia, llamado Ratalania... Pero dejemos el cuento por hoy, y descansemos hasta mañana, que la mucha palabra embota y aturde el entendimiento, y pocas palabras buenas son, aunque yo tenga muy largo el verbo.
A la memoria de José Ángel,
poeta y amigo que me animó
a ejercitar este mágico
mundo de las letras.
EL FABULADOR
Érase una vez un desmesurado y almidonado gato de rancio porte aristocrático y de oficio fabulista, el fantástico
protagonista de nuestro relato. Definíase a sí mismo como benévolo, mansurrón, caritativo, locuaz, libertino, de ideas más
extravagantes que anarquistas y, en privado, decía ser un poquito chapado a la antigua. También solía pasear con distinguida elegancia y resuelta dignidad, un esbelto y pulcro palmito, que a decir de las afiladas y viperinas lenguas de las más atrevidas gatas, aún estaba de muy buen ver a pesar de su madurez avanzada. Respondía nuestro inusitado cuentista al disparatado e ingenioso nombre de Don Cándido Simplísimo, que a decir verdad, era y es poco usual, por infrecuente, reiterativo y raro, tanto en el mundo de los gatos, como en otros mundos, como habrá podido usted adivinar, querido lector, con esa mente prodigiosa que el “Divino Hacedor” tuvo a bien de equiparlo para poder así enfrentarse mejor a este complejísimo relato.
Compartía el filantrópico minino su rutinaria vida lo más decorosamente posible con su venerada y amadísima esposa, Doña Felicísima Agrado, con la que se había trasladado, ¡ejem!, perdónenme ustedes el equívoco, quería más bien decir, que sus hijos les habían reubicado cuando empezaron a poblarse de canas sus cabezas, allá en donde viven los desahuciados, la residencia de la tercera edad “Los Bellos Olvidados”, de la calle la amargura, según se sube a la derecha y número 33.
Solía Don Cándido, con ese porte regio que le caracterizaba, y su cultura vasta, amenizar las largas tardes de estío de tan lujosa residencia, bien tocando el piano, o bien desgranando historias de otras épocas y de otros singulares reinos animales de allende los mares, que trasladaba con muchísima imaginación y mayor entusiasmo, a sus displicentes y abnegados tertulianos, los cuales, aparte de los achaques naturales que la vejez a todos ellos deparaba, aguantaban como mejor podían, y no sin algún reproche, el aluvión gramatical y la fácil elocuencia con que les entretenía tan distinguido e histriónico gato.
Recuerdo una vez, -empezó por decir, aquella tarde, Don Cándido-, que estaba yo con el Rey Don Matías “El
Descorchado”, que por cierto, vean ustedes mismos la invitación real que a mi querida esposa y a quien les habla nos mandó, para asistir a la boda de su hijo, el Infante “Embobado” con la gata trepa de los noticieros amañados. Y sacando un enorme cartapacio de uno de los bolsillos de su chaleco, pudo extraer una súbita y estentórea exclamación, un ¡oh! de admiración de su público, ya por entero a su causa entregado. ...¡Ejem!, ...prosigamos... cuando un marinero barbudo, que pertenecía a la embarcación de su majestad “El Truhán I”, nos contó la historia del ratón desorientado. ¿Os interesa, la cuento...?, inquirió expectante el locuaz gato. ¡Sí, sí, por favor...!, respondió la concurrencia complacida, pues tenían el televisor estropeado, y aparte de otra cosa mejor que hacer ni otros achaques que vigilar, le pidieron dar comienzo el relato.
“En un tiempo no muy lejano, cercano a nuestro reino, existió un bello país, paraíso de ratas, llamado Votolandia, donde imperaba una utopía. Y consistía dicha fantasía en que había, políticamente hablando, solamente dos bandos: los que nunca perdían, y los que nunca ganar podían; por lo tanto no existía ni el triunfo ni el fracaso, pues cada cual sabía, y desde su más tierna cuna, el feliz futuro que, para el mañana, el destino les había preparado. Lo cual, créanme queridos contertulios, era un alivio, para todos aunque crean ustedes lo contrario, pues más adelante comprobaran si estoy en lo cierto o he errado. Y esto ocurría con todo y en todo; con los oficios, las cofradías, hermandades, clases sociales, clanes y hasta con los jóvenes de la movida, porque cada uno tenía desde su más tierna infancia sus amigos asignados, sus grupos establecidos y su futuro garantizado. Todo estaba perfectamente organizado de forma que la preocupación por el sustento, la angustia por poseer una
buena hembra o un fornido macho, o cualquier otra inquietud o dislate mental que a cualquier gato apeteciera, en esta sociedad estaba más que superada y abastecida con creces. ¿Por qué? Porque cada familia formaba un pequeño gremio, una célula, una especie de fábrica embrionaria de oficios futuros y esencialmente necesarios para la supervivencia de la comunidad, como eran la de los maestros, médicos, fontaneros, electricistas... y un largo etcétera que pueden ustedes ir imaginando.
- ¿Quiere decir, que nadie podía elegir su oficio? ¿Que tenían que conformarse con aquella ocupación que les había tocado por su nacimiento? ¿Y si el interfecto prefería ser fontanero en vez de médico, o jardinero en vez de secretario, o vaya usted a saber?, - dijo un hermoso gato “zibetha” de color zanahoria, llamado Flavio Marginés -.
- Era esta una situación pactada desde la fundación de Votolandía, mi querido felino -replicó el hábil conferenciante dando continuación a su fábula -. Porque allá en los albores de la edad de la civilización, en la era de la manipulocracia, sus sesudos instauradores pensaron, en fatigosas sesiones disparatadas, que sería esto el cenit, culmen y final de una situación que, cualquier mente higiénica y, democráticamente sana, podría desear, estimular y beneficiar, entendiéndolo claro está y nunca mejor dicho, como un pequeño paraíso terrenal. Y consistía dicha anarquía en la simpleza de que todo el mundo vivía en plena libertad.
- ¿Qué es la libertad y en qué consiste eso?, porque yo siempre ando preso, o bien de enfermedades, deseos o apetencias varias que no consigo calmar, y que me tienen la mente siempre ocupada; por lo tanto es para mí pura demagogia eso de la libertad, - apuntó el espíritu de contradicción que era el intempestivo micho Morganés -.
- Pues consistía, mi entrometido amigo, en que nadie tenía una necesidad perentoria de producir, al menos para acumular dinero, pues sólo se laboraba para mantener los servicios de la comunidad. Pero, ¡escuchad!, ahora viene lo bueno: las familias eran lo más parecido a un matriarcado y, en el fondo, solamente una excusa de corte formal, pura apariencia que no tenía nada que ver con nuestro actual modelo de hogar, ni en lo jurídico, ni en lo social, pues para que no hubiera lazos afectivos, no se consideraba la figura ni la función del marido como tal, sino que las mujeres elegían a quien creían oportuno para aparearse, y después, ¡si te he visto no me acuerdo!
- ¡Si te he visto no me acuerdo! ¡Qué bien!, que diga... ¡qué barbaridad! Y, ¿dónde dice usted que está eso?, es por simple curiosidad, cuestión de ampliar conocimientos... geográficos,...se entiende... no vaya usted a pensar mal, ni se vaya a creer, Don Cándido, que tengo otro motivo, que en el fondo a mí me da igual... –exclamó súbitamente la gata Matilde sonrojándose al final un poco-.
- Dejad a Don Cándido que siga su cuento, y no interrumpáis más, que si no, tenemos para rato entretenimiento, -rezongó con buena rima el gato Marginés-.
- Muchas gracias, estimado gato, y doy continuación a mi relato con lúcida disertación en su honor, querido Marginés: de esta forma, que describimos, no existían los celos, -continuó narrando el inmenso cronista- ¡claro esta!, porque nadie podía sentirse engañado si no podía saber que niño era hijo de quién, si era de fulano, zutano, mengano o perengano... y, además, al tener varios hombres en común a una misma hembra y viceversa, era más caótica, si cabe, la situación. A todo esto os voy a comentar que cada mujer, además de formar con sus hijos una familia concreta, tenía establecida una función por su nacimiento. Por ejemplo: todos los hijos de la rata Margarita serían médicos, los de Fernanda, fontaneros, los de Silveria, sacerdotes y los de Pilar maestros, y así etcéteramente hasta donde podáis llegar…
- ¿Existe la palabra etcéteramente? ¡Qué dominio del lenguaje, cuanta capacidad! Admirada quedo y a sus pies me rindo, Don Cándido.
- Gracias Doña Paca, y si le entusiasma mi verso, en mi lecho le puedo disertar mil y una palabras todavía no inventadas, mientras jugamos al “teto”. Pero ahora déjeme que de un giro de tuerca al cuento. Prosigo pués: de éste modo todo el mundo en Votolandia tenía el trabajo asignado y por tanto no tenían más narices que ser felices. Nadie se sentía engañado porque todos sabían a qué atenerse. Habían nacido con el problema laboral resuelto y, por tanto, eliminada gran parte de la angustia que nos ocupa siempre a todos los gatos. ¡Ah!, olvidaba deciros que, consecuentemente tampoco existía el paro. Así que como podéis comprender, las que llevaban la voz cantante y de las que dependían los trabajos futuros, eran las mujeres y no los hombres que para entonces eran unos auténticos esclavos pues solo valían para trabajar y aparearse, y eso gracias a qué todavía no existía la inseminización artificial, porque cuando se invente estaremos de sobra todos los gatos, -farfulló lacónicamente-. ¿Parece que no ponéis muy buena cara?, -advirtió Don Cándido-.
- Hombre, la verdad,... eso de compartir las mujeres, y no saber quien es tu hijo... - dijo el pusilánime Agapito-.
- Calla ya “ennortao”, que tienes la misma inteligencia que pelos tiene el del atún calvo, -le contestó su esposa, la gata Matilde-.
- Ya está bien, dejemos la fiesta en paz y continuemos, que sólo estoy contando lo que allí pasaba, y como veo que el asunto sexual es bastante polémico, cambio el tercio y le doy un giro al cuento, -dijo enérgicamente y medio enfadado el ingenioso fabulador-. ¡Ejem!, en Votolandía, al contrario que nosotros, no tenían necesidad del consumismo, ni de disfrazarse para los carnavales, pues cada cuál se mostraba tal cual era sin necesidad de aparentar, ni de sacar fuera pasiones inconfesables, y mucho menos de cambiar una situación en lo político que para ellos era entonces, si no perfecta, si bastante envidiable. Por otra parte, lo que más había, y en abundancia, eran fiestas, valiendo cualquier pretexto para montar buenos saraos, hacer bailes, espectaculares romerías y jaranas de tono mayor.
- Don Cándido, -dijo la gata María, sin apenas levantar la voz- las ratas, ¿no tenían marido?, ¿de qué vivían?... ¿quién las alimentaba?... porque, ¿no trabajarían?... no me puedo imaginar a una gata trabajando, ¡que ordinariez!, ¡qué bajeza! Una gata dando tantos hijos al mundo y tener que ganarse además el sustento con sus manos…
- ¡Calla María! –respondió la felis Carmen- qué importancia tiene eso cuando podías catar a todos los ratones del pueblo, sin el engorro de un marido. Perdóneme el atrevimiento y que le reitere la pregunta anteriormente formulada y no contestada, ¿dónde dice usted, admirable cuentista, que está ese sitio, ese incomparable reino?
- ¡Ah, doña Carmen! no lo diré para poder preservar la integridad física de esos varones de ese país de Jauja, pues con usted campando a sus anchas, pocos ratones escaparían a sus lubricas apetencias y correrías... además la palabra catar es de una ordinariez supina, para esta ocasión es más apropiado decir solazarse o concubitar... y dejar la palabra catar para los buenos vinos, los mejores quesos y los más espléndidos jamones... ¡ejem!, prosigamos si gustan pues, -argumentó diplomáticamente el cuentista-.
...Sobre la cuestión del sustento femenino, te diré, que efectivamente, las mujeres no trabajaban, pues tenían la encomiable tarea de la procreación que es elemento principal e insustituible en la sociedad, y por eso los hombres estaban obligados a mantener con sus trabajos a varias casas de ratas, aunque no fuesen sus mujeres,... pues ya se sabe que el valor del hombre frente a la maravilla del alumbramiento es ínfima... además por eso dije antes, que somos unos esclavos, siempre encadenados al sexo, al vino e irremediablemente al trabajo.
- ¿Ínfima, ha dicho Usted? ¿Es que sólo se valora el hecho de parir? ¿Y la homosexualidad, la capacidad para elegir libremente el sexo que se quiera sin normas ni tabúes que lo empañen? - Dijo un gato escondido en un mullido sillón verde, con una voz aflautada, de nombre Fernando y reputado profesor de piano-.
- Ignora Usted, querido amigo, que nuestra carga genética es heredada, frente al cual nada podemos hacer. Y el dar a luz es además un valor del cual carecemos los gatos y sí lo disfrutan nuestras mininas, y créame usted, de lo cual me alegro mucho. Por lo tanto, lo que me tendrá que argumentar es si el homosexual nace o se hace; es decir, si en el fondo, sólo es cuestión de una aberración moral... o una equivocación caprichosa de la naturaleza. Y créame, no es cuestión baladí ésta... aunque reconozco que en asuntos de manfloriperios me encuentro bastante perdido... ahora bien si se refiere usted al tema de la manipulación a que eran sometidos los genes de nuestros gatos, pues efectivamente, esa era la razón principal, o la base si usted quiere de otro cuento, de un tal Aldous Huxley, un primate homínido que abogó por una forma de vida anterior a la nuestra en que también había distinción de distintas clases gatunas,... ¡Jesús cuanta interrupción! ¡Esto no hay gato que lo aguante ni cronista que mantenga vivo un relato! Más intentémoslo de nuevo y volvamos a lo interesante, a lo importante, a lo que nos da vidilla, a la política que es lo preocupante:
...los del partido del N.P.G. (los que Nunca Podían Gobernar), nunca estaban tristes y vivían siempre complacidos, satisfechos y contentos, pues aparte de no gobernar, que es algo de un engorro enorme y sacrificio exagerado, se podían dedicar tranquilamente al entretenimiento de la critica mordaz y al abucheo cotidiano de los sucesivos y distintos ediles y concejales del consistorio, ejercicio por lo demás bastante saludable y, por todos los psiquiatras de reconocido prestigio, recomendado. De hecho, en todas las tertulias matinales del pueblo siempre se solía criticar un poco a la corporación municipal, para que supieran que no estaban del populacho olvidados, que se les tenía en cuenta y se sintieran así menos solos, más aliviados y mejor comprendidos en sus excepcionales faenas de mandatarios. Tenían aquellos insolentes contestatarios, para tener encendida la llama de la polémica y discusión agria, un lugar estratégico y exclusivo: era en una vieja barandilla, pintada con franjas rojas y blancas, ubicada en el centro de la villa, en una calle donde el aíre más corría, frente a una ferretería y que desembocaba a la calle principal que atravesaba de parte a parte el pueblo. Allí era donde el personal se reunía para tan noble y arduo arte, que requería de los criticadores una capacidad de vigilancia estrecha, contumaz, insistente y persistente. Había, eso sí, algunos ratones más exaltados que otros, y ocupaban la barandilla más tiempo del necesario, como eran los ratones de la docencia, que se reunían con el encomiable propósito de hacer más feliz a Votolandia. Entre ellos estaban, como no, el ratón Juan Manuel y su amigo Salas, Ramón, Pepeluí y hasta un viejo guarda que le dio por vigilar ríos y beber vino con los de la enseñanza. Pero no eran los únicos, no había muchísimos más y la lista sería extensa y demasiado larga, por eso me callo más nombres pues haría de los asiduos a la baranda una guía más completa que la de Michelin o la Campsa. En fin, lo que sí me atraía poderosamente la atención era la del grupo de los inadapatados. Caso curioso este, pues ni estaban en el gobierno ni estaban en la oposición, y hacían más una labor de espionaje a favor, a veces de unos y a veces de otros. Y con ellos cundía el desconcierto pues no se sabía quien debía estar agradecidos con ellos, si los criticadores o los criticados. Pero como es natural, de ambos bandos eran repudiados. Más adelante volveremos sobre el asunto, pues entre ellos los había que se habían quedado atrapados en los primeros años de Votolandia y su horrenda guerra, y no habían evolucionado. Los había entre ellos, incluso delincuentes, que así desapercibidos pasaban sin que nadie les dijese nada e incluso pudieran darse cierta aureola de intelectualidad trasnochada.
- ¡Que maravilla de paraíso -dijo el gato Leocadio-.
- ¡Por favor, no interrumpa!, -rezongó Don Cándido- que estamos en la trama argumental que todo buen cuentista ha de abordar para no desvariar los cánones de una buena crítica literaria. Prosigamos...
...Una mañana el regidor del reino, el cricétino Don Comicio Tránsfugio, decidió en secreto dejar de ser alcalde, pues no se sentía feliz, y para ello pensó en pasarse de su partido el N.P.P. (los que Nunca Pueden Perder) al de los rivales del N.P.G., y es que le daba una envidia malsana ver a sus adversarios tranquilamente sentados al sol sin más compromiso que realizar, con su habitual desenfado, el mordaz vituperio consuetudinario. Don Comicio se sentía cansado de soportar tediosas reuniones con altos mandatarios y tener que comer gambas sin poder observar un buen régimen alimenticio. Le sacaba de sus casillas tener que asistir a actos en otros reinos con sus amigos chaqueteros, aunque él sabía que eran necesarios, entiendase: los actos y sus amigos. Pero, ¿qué diría el consejo de ancianos cuya misión era velar por el buen funcionamiento de la manipulocracía establecida, y no permitir que acaeciera tal desaguisado?, se preguntaba el bueno de Tránsfugio, cuyo mayor sueño era darle trabajo a la "sin hueso" sin responsabilidad ninguna, con bastante alegría, desenfreno, desenfado e ironía como hacían sus adversarios. Vivir relajado y feliz, simplemente trabajando, ese era su sueño oculta y nunca confesado. Y en fin, en éste mar de dudas se encontraba nuestro buen corregidor, cuando se presentó en el pueblo un ratoncito llamado Vesanio Carpanta, procedente del psiquiátrico de un pueblo muy distante de Votolandia, llamado Ratalania... Pero dejemos el cuento por hoy, y descansemos hasta mañana, que la mucha palabra embota y aturde el entendimiento, y pocas palabras buenas son, aunque yo tenga muy largo el verbo.
lunes, 14 de marzo de 2011
CARTAS A LA MUSA ANA
Mi amadísima Ana:
Hilas de palabras, innoble estructura
contra el santo signo de la inmensa Cruz
murciélagos torpes por la cueva oscura
un negro sepulcro, ya sin voz ni luz.
Por los Olivares, hermosas olivas
en la casa ajena, una mesa sola
tejieron un mundo de frases cautivas
su bandera: mora, odio a la española
Mas yo soy, Anita, rondador nocturno
quien de amores sufre en tus soportales
solitario, hundido, triste y taciturno
mi nombre enfangado por los lodazales.
Me despierto bajo un balcón florido
por ver tu figura tras de los cristales
tu cuerpo desnudo cruza sin vestido
¡sueños imprecisos… cosas irreales!
Ten mucho cuidado con quien te adula
y a versos persigue cada día tu paso
es Martínez Merlos, no le hagas caso
pues dicen que tiene triguera en Olula
sábado, 12 de marzo de 2011
CHIRIGOTAS RAMPLONAS PARA UN FINAL DE CANAVALES
Que si estorbamos, que si;
que no nos quieren, que no;
que no tragamos, Señor,
pensar en plan borreguil.
Que amenazan con abrir
confidencias del correo
que es sacrosanto secreto
desde aquí hasta Pekín.
Han sembrado en su jardín
unas bojas follisqueras
que ni adornan ni calientan,
antes huelen al orín.
Son su luz la de un candil:
un juntaletras pedante
y un cerebro acojonante
empleado en maldecir.
Al amigo José Luis
-tanto como los demás-
quieren darle por detrás
por su forma de escribir;
y del Chavo ¿qué decir?
es un total criminal
que hasta estuvo en el Faisán
cuando era guardia civil.
Siendo la hora de dormir
y queda mucha canalla,
cada cual coja la toalla
y que siga por aquí.
(Paco Cánovas)
La Guardia Civil al tanto
de lo que aquí se escritura
si una malvada criatura
pone una frase de espanto.
En nuestra Casa Cuartel
ha colocado el Sargento
en la fachada un cartel
de Wanted de un elemento.
Mi padre el municipal
desde el fondo de su nicho
le va a salir a un zagal
por gusano y por mal bicho.
Y en tarde de Carnavales
le dedico estas coplillas
a carneros espectrales
que vagan por las Lomillas.
(seronero)
miércoles, 9 de marzo de 2011
ACUARELAS SERONERAS 5; POR PACO CÁNOVAS
Cogida de la mano,
Barrio Bacares,
de la Madre de todos
nace tu Calle,
vecina a la Alconaiza
y sus bancales
y a los lirios que adornan
sus cornijales.
Tienes balcón al río
para mirarte,
tus cabellos son Huerta:
la de los Frailes.
Bajo por tu derecha
a rescularme
junto a los Cortijillos,
en los balates;
y si ya es el verano
sigo adelante
y en la Acequia de Arriba
voy a bañarme.
Vendiendo el rico chambi
pasa la Carmen,
mas no tengo dinero
para comprarle.
Emerenciana y Juan
vienen delante
de jugar la bandera
con mucho arte.
Clotilde la Tocina
y sus comadres
aplicadas al bolillo
hacen encajes.
“Que José el de la luz
mire esos cables
y que José Cazorla
baje y me labre”.
Arrieros y carreteros,
mañana y tarde,
suenan sus cascabeles
al saludarte.
“¡Adiós!” dices al alba
a nuestros padres
que arrancan a la Sierra
los minerales.
Cuando el oro del cielo
vaya a acostarse
volverán, rojo y negro
en sus semblantes.
Y en la Plaza de Arriba
están las madres
rezándole a la Virgen
que se los guarde.
lunes, 7 de marzo de 2011
Mi queridísimo Paco
¡Cuán triste y desanimado
ese payo, el tío del saco
ha mi honra asesinado!.
Yo que nací seronero
en una humilde morada
sin lujos y sin dinero
sin leche en polvo enlatada.
De la ubre de mi madre
dulce néctar relamía
de la mano de mi padre
a caminar aprendía.
Tuve una infancia tranquila
mi juventud dando saltos
con Los Puntos y Tequila
sin mayores sobresaltos.
Ahora que ya me hice viejo
nadie de mí compasión
me desgarran el pellejo
cada día en televisión.
sábado, 5 de marzo de 2011
jueves, 3 de marzo de 2011
(Rondalla de Menas)
Mi queridísimo Chavo
maldita esta suerte mía
si una espina no me clavo
me ataca una pulmonía.
Y qué decir del amor,
me dejó el desodorante,
aquella fuerza y vigor
de mis años de estudiante.
Y ese maldito dinero
me negó las relaciones;
lo justo para el puchero
ni un duro pa vacaciones.
Un cochambroso automovíl
con una vida muy larga;
hace ya que voy sin móvil
mi tarjeta sin recarga.
Si me prestara Ginés
unos euros de la Caja
¡los gastaría en cabarés
y un resto pa la mortaja!.
Mi queridísimo Chavo
maldita esta suerte mía
si una espina no me clavo
me ataca una pulmonía.
Y qué decir del amor,
me dejó el desodorante,
aquella fuerza y vigor
de mis años de estudiante.
Y ese maldito dinero
me negó las relaciones;
lo justo para el puchero
ni un duro pa vacaciones.
Un cochambroso automovíl
con una vida muy larga;
hace ya que voy sin móvil
mi tarjeta sin recarga.
Si me prestara Ginés
unos euros de la Caja
¡los gastaría en cabarés
y un resto pa la mortaja!.
martes, 1 de marzo de 2011
MI CONFESIÓN, POR PACO CÁNOVAS
Ante el Cristo del Consuelo
me postro, por pecador,
que Él juzga a buenos y malos
si nacimos en Serón.
Mis pecados yo confieso
sabiendo que no hay perdón
si no hay arrepentimiento
después de la humillación.
Ofendí con mi SOBERBIA
de fatuo y mal rimador
a esa mano generosa:
la mano del Creador.
Atenté con mi AVARICIA
de vasallo hacia el Señor,
reclamando independencia
sin callar con sumisión.
Me llevé de la LUJURIA
renunciando sin pudor
a acceder al sacerdocio
y ser un cura pendón.
Dominado por la IRA
entré en combate feroz
por salvar la libertad (/dignidad)
del foro teuveserón.
Arrastrado por mi GULA
-pues que soy gran bebedor-
escribí quebrados versos,
impropios de un profesor.
Soy lacayo por PEREZA,
nada lucré de valor,
ni de herencia de mis padres
ni de un hado protector.
Soy esclavo de la ENVIDIA,
envidia insana del boj
que en su verde lozanía
burla el paso del reloj.
Jamás perdón yo obtendría,
pues el delito mayor
del hombre es haber nacido...
y haber nacido en Serón.
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