La Garrona tenia los dedos huesudos,
sus manos cortadas por hilos de hojalata
curadas por el viento suave de las devanaderas
que liaban en revueltas los nudos de cáñamo
y algodones desvergonzados de miseria.
Oculta a la mirada de nadie,
solo por la tierra carente de magia
oía correr los telares bajo la luna
al fresco de la lana de Agosto,
escardada por la esclavitud de la supervivencia.
Era la Garrona, sencilla y amorosa,
delicada como una jarapa
gastada por años de sueños.
En Serón decían que era vieja,
tan vieja como su desencanto
tejiendo los picos de las madrugadas.
Su telar, era la cuchara
que en las noches tejidas de estrellas
no alcanzaba a llenar
el vientre de sus anhelos.
Más allá de la voluntad de sus manos,
la lanzadera silenciosa del tiempo
le hacía tejerel secreto diseño de la muerte,
tras la oscura madeja de la vida,
en un tapiz de rostros invisibles
acariciaba un futuro sin colores,
en una maraña de raícesque dibujaban
en el callejón de la injusticia,
sus penas entretejidas
entre paños de mortaja.
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